domingo, 18 de enero de 2015

Código deontológico de la profesión docente.

La educación tiene por objeto lograr el máximo desarrollo de las facultades intelectuales, físicas y emocionales de las nuevas generaciones, y al propio tiempo permitirles adquirir los elementos esenciales de la cultura humana. Tiene por tanto una doble dimensión, individual y social, íntimamente entrelazadas, cuyo cultivo constituye la base de una vida satisfactoria y enriquecedora. Dado que los seres humanos no nacen con el bagaje de conocimientos, actitudes y valores necesarios para vivir una vida personal plena y desenvolverse en una sociedad, es necesario facilitarles al máximo su consecución, por medio de la acción educativa. De ahí deriva la importancia de la función docente, que tiene como meta la formación integral de las personas jóvenes como seres individuales y sociales. El desempeño de esta tarea conforma una de las profesiones más necesarias cuando un pueblo desea configurar una sociedad justa, armónica y estable. Para alcanzar tales objetivos la sociedad debe garantizar la libertad de cátedra, el derecho de todos los alumnos a aprender y la igualdad de oportunidades educativas. La profesión docente requiere la dignidad, el reconocimiento, la autoridad y el respaldo necesarios para su desempeño. El correcto ejercicio de la profesión docente no puede concebirse al margen de un marco ético, que constituye su sustrato fundamental y que se concreta en un conjunto de principios de actuación:
1. Dado el proceso de desarrollo personal en que se encuentran los destinatarios de la acción educativa, los docentes tienen la responsabilidad de prestar una atención permanente a la influencia de sus acciones sobre los educandos, por cuanto suelen servir de pautas de conducta. Ello implica guiarse por los principios de responsabilidad y ejemplaridad en su actuación.
2. Igualmente, dado que los valores cívicos fundamentales de nuestra sociedad deben ser la justicia y la democracia, orientados al mantenimiento de una convivencia social armónica, el profesional de la docencia deberá regirse en todo por dichos criterios de actuación. Y para respetarlos, no perderá nunca de vista los principios de justicia, veracidad y objetividad en sus actuaciones.
3. La infancia y la adolescencia son etapas decisivas en la formación de la personalidad. Y para que este desarrollo alcance libremente su techo, es preciso que los docentes se guíen por el principio del respeto y la empatía, como condición para propiciar los sentimientos de seguridad y autonomía en los educandos.
4. La convivencia escolar es un excelente aprendizaje para la convivencia social, por lo que los docentes cultivarán los principios de solidaridad y responsabilidad social, con vistas a la formación de ciudadanos activos y responsables.
5. Con el fin de formar ciudadanos autónomos, maduros y con criterio propio, es necesario que el profesional docente ponga todo su empeño en el desarrollo del espíritu crítico propio y de sus alumnos, de modo que aprendan a valorar, juzgar y sopesar la veracidad, alcance e importancia de cuanta información reciban a través de distintos medios.
6. Sin perjuicio de la legítima compensación que el docente tiene derecho a recibir por el trabajo que realiza, su actuación se regirá por el principio del desinterés.

7. Dado el cambio continuo al que está sometida la labor de la docencia, así como el marco institucional y social en que se desarrolla, el docente debe adoptar como guía de conducta el principio de formación permanente que le permitirá responder del mejor modo a los desafíos que continuamente se le plantean.

jueves, 8 de enero de 2015

Los códigos deontológicos y sus funciones.





                                                                                                        Los códigos deontológicos y sus funciones.

El experto en Deontología Periodística, Porfirio Barroso, da una definición de código deontológico muy acertada:
Un código ético o deontológico es el conjunto de principios de conducta, derechos, deberes y normas profesionales emanadas de los propios profesionales o de una empresa u organización determinada, cuyo cumplimiento se asume voluntariamente. Por otro lado, es el conjunto de creencias y valores que una organización profesional considera válidos, y representan una forma de entender la profesión y una orientación sobre el modo de practicarla. Disponer de un código ético es uno de los símbolos que distingue a un determinado trabajo como profesión, y es el modo en que los profesionales de un sector económico reconocen el servicio social que cumplen y la manera de asumir su responsabilidad frente a ello
En el apartado anterior ya hemos recordado algunas de las funciones que cumplen los códigos deontológicos.
Profundicemos, ahora, un poco más en ello y desarrollemos con más amplitud cuáles son las funciones de los códigos:

a) El reconocimiento público de la dimensión ética de una profesión o actividad por parte de los mismos que la llevan a cabo. Frente a una concepción meramente tecnicista o de rentabilidad de lo que es ser un buen profesional, con la aprobación de códigos se intenta revalorar la profesión por su dimensión moral y al profesional por la ejemplaridad ética en su trabajo. En este sentido, los códigos también sirven de tarjeta de presentación del grupo de profesionales frente a su cliente para que este lo identifique11.
En el caso del periodismo, existe la tendencia a entender por profesionalidad el dominio de técnicas y herramientas, aparejado a la rentabilidad y al éxito, sin tener en cuenta el cultivo de las virtudes profesionales. Por la rutina del trabajo diario siempre está el riesgo de deshumanizar el trabajo. Esto es bastante peligroso teniendo en cuenta la dimensión eminentemente humanista de algunas profesiones como la abogacía, la sicología, la educación, el periodismo, que actúan directamente sobre la vida de las personas y sobre asuntos muy delicados de las mismas.
b) Especificar los contenidos morales concretos de una profesión, es decir, las normas y
obligaciones que tienen que guiarla. Esta labor prescriptiva de los códigos tiene varios objetivos.
Por un lado, conocer los aspectos éticos de la profesión permite a los profesionales tener un
punto de referencia para los problemas que se le presentan. Por otro lado, la existencia de códigos combate el relativismo y el subjetivismo pues exigen consensuar un marco común ético de valores, principios y normas a partir de los cuales dialogar y discutir12. Por último, los códigos van acumulando e incorporando contenidos y problemas éticos a medida que se van actualizando y de esta manera van constituyendo un acervo o patrimonio moral de la profesión, reflejando el progreso ético de la misma.

En este sentido, los códigos tienen la virtualidad de ir construyendo una sensibilidad hacia los valores éticos y profesionales, sobre los cuales ir formando la conciencia moral personal. Sin esta educación de la conciencia moral carecen de sentido y de eficacia los códigos y la ética profesional sería algo puramente teórico. Aquí radica la gran importancia de los códigos y es que “recuerdan, orientan y disponen”13 al profesional a ir formándose esa verdadera personalidad ética, ese ethos profesional con el que no nacemos y que hay que irse apropiando con el ejercicio de actos y hábitos virtuosos.
c) La existencia de códigos en una profesión ayuda a una persona a defenderse mejor de las presiones externas, es decir, de la presión de los intereses o bienes extrínsecos que ya hemos mencionado (dinero, poder, prestigio, estatus) y a la profesión en sí a hacerse valer y respetar frente a los condicionantes externos.
d) Compromiso de una profesión de llevar a cabo su misión de una forma moral y digna. La
Formulación y adopción de códigos implica reconocer que una profesión debe mejorar y estar en continua vigilancia sobre las prácticas éticas de sus actividades. Por ello, “comprometerse a trabajar de acuerdo con un código de ética es la señal más evidente de la reivindicación de un estatus social mejor por parte del profesional”

e) Espíritu de servicio. Los códigos deontológicos no pueden servir para reforzar un espíritu

gremial entendido como defensa de unos privilegios de clase, o como incremento del poder de las agrupaciones profesionales. La motivación de los códigos deontológicos tiene que ser hacer mejores profesionales para servir mejor a la sociedad, es decir, potenciar el espíritu de servicio.