El principio de no maleficencia
El estudio correspondiente a este principio de no maleficencia, va
a ser muy breve y concreto. Veamos. Sobre el origen de este principio la
formulación más conocida es: “Primum non nocere”
(Ante todo, no hacer daño), de Escribonio Largo (s. I d. de C.).
El filósofo Diego Gracia ve un antecedente en el Decálogo (los diez
mandamientos) y en la regla de oro: “Haz a los demás lo que quieras que te
hagan a ti”. Santo Tomás la incluye dentro del principio supremo de la ética: “el
bien hay que hacerlo y el mal hay que evitarlo”.
Vamos a saltarnos todas las ideas no concretas. Lo que sí nos
importa es entender la importancia de este principio ético y cómo aplicarlo,
para lo cual destacamos varias cosas
A veces no está claro qué es bueno
hacer pero normalmente sí está claro qué es malo hacer (o dejar de hacer);
Hacer el bien (principio de
beneficencia) en determinados casos puede ser negativo, incurriendo en
paternalismo y violando la autonomía de la persona. El bien se puede hacer de
muchas maneras. Por el contrario, evitar el mal es preceptivo, obligatorio, y
no se necesita del consentimiento ajeno.
El profesional siempre debe sopesar el
daño que se sigue de hacer o no hacer algo, considerar el daño que se le puede
ocasionar a la sociedad y al bien público.
El principio de no maleficencia es la
sombra, o el reverso, de lo que los otros principios establecen positivamente.
Para saber qué es causar daño,
discriminar, manipular, cometer injusticias, hay que saber primero qué bienes
merecen ser promovidos y no afectados, qué trato merecen las personas y a qué
tienen derecho.
Importante:
Este
principio es consecuencia directa de buscar el máximo bien en el otro, actitud
que es una manifestación propia del ser humano que nos engrandece y dignifica.
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