lunes, 7 de julio de 2014

8 CLASE


                                 1.5. La educación moral: virtudes frente a normas
Desde la perspectiva de la educación, otros autores también subrayan la insuficiencia del conocimiento teórico de las normas para formar una personalidad moral en la persona. O dicho de otro modo, la insuficiencia de los códigos éticos y de una formación ética que solo se basara en el estudio de los mismos.
Uno de esos autores es Leonardo Rodríguez Duplá 5, quien contrapone la formación ética basada en virtudes (ética clásica de Platón y Aristóteles) a la formación ética basada en normas (ética moderna de Kant). El peligro de la Deontología profesional es centrarse solo en la enseñanza de las normas éticas y desplazar la importancia de la virtud. Rodríguez Duplá explica tres razones por las cuales esta no es la mejor forma de enseñar la ética profesional y de forjar una conciencia moral:
1. La primera es el fenómeno de la akrasía o flaqueza de la voluntad. El hombre no es un ser puramente intelectual, sino que su conducta depende también de resortes irracionales. El conocimiento claro y actual de la norma no garantiza su cumplimiento. Somos capaces, muy capaces, de hacer el mal a sabiendas. Esta es la enseñanza de la historia de Leoncio, narrada por Platón en el libro IV de La república. Tras largo forcejeo entre su deseo de regocijarse en la visión de los cadáveres arrojados por el verdugo junto a la muralla y la clara conciencia de tratarse de una apetencia morbosa, Leoncio espeta a sus ojos: “Ahí los tenéis, malditos, saciaos del hermoso espectáculo”(440a). Si hemos de dar crédito a este testimonio -y acaso no falten en la vida de ningún hombre experiencias que lo corroboren-, no hay razón para depositar excesivas esperanzas en una educación moral cuyo núcleo sea el aprendizaje de un repertorio de normas deontológicas, pues cabe conocer al dedillo esas normas y, con todo, infringirlas movidos por algún deseo o pulsión irracional.
En cambio, una educación moral centrada en la lenta asimilación de las virtudes parece mucho más promisoria. La ejercitación de la virtud va ahormando o encauzando los sentimientos y deseos del sujeto. La virtud se convierte así en un resorte interno de la conducta, el cual ofrece mucha más fiabilidad que el simple enunciado de un límite impuesto desde fuera. Recordemos que la
“educación musical”, primera fase del adiestramiento moral diseñado por Platón en La república, consiste en familiarizar al alma con la belleza e inclinarla a ella ya desde la infancia temprana. Como Platón pensaba que lo bello y lo bueno son en el fondo lo mismo, esperaba que la con naturalidad del alma con la belleza se traduciría espontáneamente en conductas moralmente buenas. Se compartan o no los presupuestos metafísicos de esta pedagogía, parece razonable conceder que en la idea de la virtud como dimensión adquirida del carácter y raíz estable de la conducta hay un núcleo de validez permanente.

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