1.5. La educación moral: virtudes frente a normas
Desde la perspectiva de la educación, otros autores también
subrayan la insuficiencia del conocimiento teórico de las normas para formar
una personalidad moral en la persona. O dicho de otro modo, la insuficiencia de
los códigos éticos y de una formación ética que solo se basara en el estudio de
los mismos.
Uno de esos autores es Leonardo Rodríguez Duplá 5, quien contrapone la
formación ética basada en virtudes (ética clásica de Platón y Aristóteles) a la
formación ética basada en normas (ética moderna de Kant). El peligro de la
Deontología profesional es centrarse solo en la enseñanza de las normas éticas
y desplazar la importancia de la virtud. Rodríguez Duplá explica tres razones
por las cuales esta no es la mejor forma de enseñar la ética profesional y de
forjar una conciencia moral:
1.
La primera es el fenómeno de la akrasía o flaqueza de la voluntad. El hombre no
es un ser puramente intelectual, sino que su conducta depende también de
resortes irracionales. El conocimiento claro y actual de la norma no garantiza
su cumplimiento. Somos capaces, muy capaces, de hacer el mal a sabiendas. Esta
es la enseñanza de la historia de Leoncio, narrada por Platón en el libro IV de
La república. Tras largo forcejeo entre su deseo de regocijarse en la visión de
los cadáveres arrojados por el verdugo junto a la muralla y la clara conciencia
de tratarse de una apetencia morbosa, Leoncio espeta a sus ojos: “Ahí los
tenéis, malditos, saciaos del hermoso espectáculo”(440a). Si hemos de dar
crédito a este testimonio -y acaso no falten en la vida de ningún hombre
experiencias que lo corroboren-, no hay razón para depositar excesivas esperanzas
en una educación moral cuyo núcleo sea el aprendizaje de un repertorio de
normas deontológicas, pues cabe conocer al dedillo esas normas y, con todo,
infringirlas movidos por algún deseo o pulsión irracional.
En
cambio, una educación moral centrada en la lenta asimilación de las virtudes
parece mucho más promisoria. La ejercitación de la virtud va ahormando o
encauzando los sentimientos y deseos del sujeto. La virtud se convierte así en
un resorte interno de la conducta, el cual ofrece mucha más fiabilidad que el
simple enunciado de un límite impuesto desde fuera. Recordemos que la
“educación
musical”, primera fase del adiestramiento moral diseñado por Platón en La
república, consiste en familiarizar al alma con la belleza e inclinarla a ella
ya desde la infancia temprana. Como Platón pensaba que lo bello y lo bueno son
en el fondo lo mismo, esperaba que la con naturalidad del alma con la belleza
se traduciría espontáneamente en conductas moralmente buenas. Se compartan o no
los presupuestos metafísicos de esta pedagogía, parece razonable conceder que en
la idea de la virtud como dimensión adquirida del carácter y raíz estable de la
conducta hay un núcleo de validez permanente.
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