martes, 19 de agosto de 2014

12 CLASE

3.2. El principio de beneficencia



En cuanto a la etimología de la palabra ‘beneficencia’, es un término latino que procede de las palabras ‘bene’: bueno y ‘facere’: hacer.
Nos quedaremos con los que nos aportan el Diccionario de la RAE: “virtud de hacer el bien” (‘active goodness’) y el Diccionario María Moliner: “beneficiar, favorecer, hacer el bien o ser bueno para alguien o algo”. Despojémonos del sentido más común con que solemos usar la palabra beneficencia, y es el que se asocia a las instituciones de caridad o a actividades de ayuda social.

El sentido como vamos a usar la palabra ‘beneficencia’ es el de ‘hacer el bien’ a los demás a través de la propia profesión. Y aquí hay un doble sentido que seguidamente explicaremos: “hacer bien” nuestra profesión y “hacer el bien” a los demás a través de nuestra profesión.

3.2.1. La formulación del principio de beneficencia es: “Hacer bien una actividad y hacer el bien a otros mediante una actividad bien hecha”. En esta clara explicación del primer principio que debe cumplir toda profesión, destaquemos dos cosas importantes concatenadas entre sí:
1. Hacer bien la actividad profesional. El primer principio que debe regir toda ética profesional es hacer bien la actividad profesional.
2. Realizar el bien (fin) de esa profesión. Toda actividad profesional busca alcanzar y realizar el bien (el fin) al que dicha actividad está constitutivamente encaminada. Para ejercer bien la profesión primero hay que saber cuál es el fin propio, legítimo de dicha profesión.
A. Hortal afirma que el fin de cada actividad es el bien al que está ordenada dicha actividad: el fin/bien del cocinar es hacer comida; el fin/bien de telefonear es comunicarse con alguien lejano; el fin/bien de un aparato es que funcione adecuadamente.
Si hablamos de las profesiones de cada uno de ustedes, ¿cuál sería el bien al que está ordenada o dirigida su actividad profesional? Pensemos…


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