El trabajo social es una de las
herramientas más importantes para lograr que la discriminación disminuya, como
voluntario considero que nuestros barrios suburbanos están llenos de personas
que emigraron de otras provincias y viven hacinadas en lugares llenos de
suciedad y pobreza, las causas de emigrar de manera indiscriminada y la falta
de garantías de seguridad financieras en sus lugares de origen producen estos
casos, y como resultado viene la discriminación y odio. La mejor manera de
contrarrestar esto es mediante el voluntariado y labor social, con médicos,
trabajadores sociales, y mejorar la infraestructuras de los barrios lograran
cambiar la mentalidad de las personas y lograran evitar el odio y la
discriminación.
Docente en Academia Rene-Artesanos "ORO" Agente de negocios en 7M Inmobiliaria Estudió en Universidad Técnica Particular de Loja - UTPL Estudió en Inst. Tec. Sup. Dr Jose Ochoa Leon Vive en Machala De Pasaje, El Oro, Ecuador
lunes, 9 de noviembre de 2015
lunes, 17 de agosto de 2015
La paciencia.
LA PACIENCIA
La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, no reaccionar o un simple aguantarse: es fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone a nuestra disposición para el continuo progreso interno.
A veces las prisas nos impiden disfrutar del presente. Disfrutar de cada instante sólo es posible con unas dosis de paciencia, virtud que podemos desarrollar y que nos permitirá vivir sin prisas. La paciencia nos permite ver con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos.
La paciencia es la virtud por la que soportamos con ánimo sereno los males y los avatares de la vida, no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores.
La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse: es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas. Identificamos entonces nuestra voluntad con la de esa “chispa” divina de la que procedemos, y eso nos permite mantener la fidelidad en medio de las persecuciones y pruebas, y es el fundamento de la grandeza de ánimo y de la alegría de quien está seguro de hacer lo que le dicta su propia conciencia.
La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan ya que piensan que a las cosas que no dependen estrictamente de uno hay que darles tiempo.
La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía.
Es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar, con uno mismo.
Paciencia también con quienes nos relacionamos más a menudo, sobre todo si, por cualquier motivo, hemos de ayudarles en su formación, en su enfermedad. Hay que contar con los defectos de las personas que tratamos –muchas veces están luchando con empeño por superarlos-, quizá con su mal genio, con faltas de educación, suspicacias... que, sobre todo cuando se repiten con frecuencia, podrían hacernos faltar a la caridad, romper la convivencia o hacer ineficaz nuestro interés en ayudarlos. El discernimiento y la reflexión nos ayudará a ser pacientes, sin dejar de corregir cuando sea el momento más indicado y oportuno. Esperar un tiempo, sonreír, dar una buena contestación ante una impertinencia puede hacer que nuestras palabras lleguen al corazón de esas personas.
Paciencia con aquellos acontecimientos que llegan y que nos son contrarios: la enfermedad, la pobreza, el excesivo calor o frío... los diversos infortunios que se presentan en un día corriente: el teléfono que no funciona o no deja de comunicar, el excesivo trafico que nos hace llegar tarde a una cita importante, el olvido del material del trabajo, una visita que se presenta en el momento más inoportuno. Son las adversidades, quizá no muy trascendentales, que nos llevarían a reaccionar quizá con falta de paz. En esos pequeños sucesos se ha de poner la paciencia.
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Diez reglas para considerar
la actitud de la persona hace la diferencia
Al estudiar la conducta de las personas en los países desarrollados, la mayoría de la población sigue estas reglas:
Moral como principio básico
Ordenanza y limpieza
Honradez
Puntualidad
Responsabilidad
Deseo de superación
Respeto de la ley y los reglamentos
Amor al trabajo
Ahorro e inversion
Al estudiar la conducta de las personas en los países desarrollados, la mayoría de la población sigue estas reglas:
Moral como principio básico
Ordenanza y limpieza
Honradez
Puntualidad
Responsabilidad
Deseo de superación
Respeto de la ley y los reglamentos
Amor al trabajo
Ahorro e inversion
domingo, 18 de enero de 2015
Código deontológico de la profesión docente.
La
educación tiene por objeto lograr el máximo desarrollo de las facultades
intelectuales, físicas y emocionales de las nuevas generaciones, y al propio
tiempo permitirles adquirir los elementos esenciales de la cultura humana.
Tiene por tanto una doble dimensión, individual y social, íntimamente entrelazadas,
cuyo cultivo constituye la base de una vida satisfactoria y enriquecedora. Dado
que los seres humanos no nacen con el bagaje de conocimientos, actitudes y valores
necesarios para vivir una vida personal plena y desenvolverse en una sociedad,
es necesario facilitarles al máximo su consecución, por medio de la acción
educativa. De ahí deriva la importancia de la función docente, que tiene como meta
la formación integral de las personas jóvenes como seres individuales y
sociales. El desempeño de esta tarea conforma una de las profesiones más
necesarias cuando un pueblo desea configurar una sociedad justa, armónica y
estable. Para alcanzar tales objetivos la sociedad debe garantizar la libertad de
cátedra, el derecho de todos los alumnos a aprender y la igualdad de
oportunidades educativas. La profesión docente requiere la dignidad, el
reconocimiento, la autoridad y el respaldo necesarios para su desempeño. El
correcto ejercicio de la profesión docente no puede concebirse al margen de un marco
ético, que constituye su sustrato fundamental y que se concreta en un conjunto
de principios de actuación:
1.
Dado el proceso de desarrollo personal en que se encuentran los destinatarios
de la acción educativa, los docentes tienen la responsabilidad de prestar una
atención permanente a la influencia de sus acciones sobre los educandos, por cuanto
suelen servir de pautas de conducta. Ello implica guiarse por los principios
de responsabilidad y ejemplaridad en su actuación.
2.
Igualmente, dado que los valores cívicos fundamentales de nuestra sociedad
deben ser la justicia y la democracia, orientados al mantenimiento de una
convivencia social armónica, el profesional de la docencia deberá regirse en
todo por dichos criterios de actuación. Y para respetarlos, no perderá nunca de
vista los principios de justicia, veracidad y
objetividad en sus actuaciones.
3.
La infancia y la adolescencia son etapas decisivas en la formación de la
personalidad. Y para que este desarrollo alcance libremente su techo, es preciso
que los docentes se guíen por el principio del respeto y la empatía,
como condición para propiciar los sentimientos de seguridad y autonomía en los
educandos.
4.
La convivencia escolar es un excelente aprendizaje para la convivencia social,
por lo que los docentes cultivarán los principios de solidaridad y
responsabilidad social, con vistas a la formación de
ciudadanos activos y responsables.
5.
Con el fin de formar ciudadanos autónomos, maduros y con criterio propio, es
necesario que el profesional docente ponga todo su empeño en el desarrollo del espíritu
crítico propio y de sus alumnos, de modo que
aprendan a valorar, juzgar y sopesar la veracidad, alcance e importancia de
cuanta información reciban a través de distintos medios.
6.
Sin perjuicio de la legítima compensación que el docente tiene derecho a
recibir por el trabajo que realiza, su actuación se regirá por el principio
del desinterés.
7.
Dado el cambio continuo al que está sometida la labor de la docencia, así como
el marco institucional y social en que se desarrolla, el docente debe adoptar
como guía de conducta el principio de formación permanente que
le permitirá responder del mejor modo a los desafíos que continuamente se le
plantean.
jueves, 8 de enero de 2015
Los códigos deontológicos y sus funciones.
Los códigos deontológicos y sus funciones.
El experto en Deontología Periodística, Porfirio Barroso, da una
definición de código deontológico muy acertada:
Un código ético o deontológico es el conjunto de principios de
conducta, derechos, deberes y normas profesionales emanadas de los propios
profesionales o de una empresa u organización determinada, cuyo cumplimiento se
asume voluntariamente. Por otro lado, es el conjunto de creencias y valores que
una organización profesional considera válidos, y representan una forma de
entender la profesión y una orientación sobre el modo de practicarla. Disponer
de un código ético es uno de los símbolos que distingue a un determinado
trabajo como profesión, y es el modo en que los profesionales de un sector económico
reconocen el servicio social que cumplen y la manera de asumir su
responsabilidad frente a ello
En el apartado anterior ya hemos recordado algunas de las
funciones que cumplen los códigos deontológicos.
Profundicemos, ahora, un poco más en ello y desarrollemos con más
amplitud cuáles son las funciones de los códigos:
a) El
reconocimiento público de la dimensión ética de una profesión o
actividad por parte de los mismos que la llevan a cabo. Frente a una concepción
meramente tecnicista o de rentabilidad de lo que es ser un buen profesional,
con la aprobación de códigos se intenta revalorar la profesión por su dimensión
moral y al profesional por la ejemplaridad ética en su trabajo. En este
sentido, los códigos también sirven de tarjeta de presentación del grupo de profesionales
frente a su cliente para que este lo identifique11.
En el
caso del periodismo, existe la tendencia a entender por profesionalidad el
dominio de técnicas y herramientas, aparejado a la rentabilidad y al éxito, sin
tener en cuenta el cultivo de las virtudes profesionales. Por la rutina del
trabajo diario siempre está el riesgo de deshumanizar el trabajo. Esto es
bastante peligroso teniendo en cuenta la dimensión eminentemente humanista de
algunas profesiones como la abogacía, la sicología, la educación, el
periodismo, que actúan directamente sobre la vida de las personas y sobre
asuntos muy delicados de las mismas.
b) Especificar
los contenidos morales concretos de una profesión, es decir, las normas
y
obligaciones
que tienen que guiarla. Esta labor prescriptiva de los códigos tiene varios
objetivos.
Por un
lado, conocer los aspectos éticos de la profesión permite a los profesionales
tener un
punto de
referencia para los problemas que se le presentan. Por otro lado, la existencia
de códigos combate el relativismo y el subjetivismo pues exigen consensuar un
marco común ético de valores, principios y normas a partir de los cuales
dialogar y discutir12. Por último, los códigos van acumulando
e incorporando contenidos y problemas éticos a medida que se van actualizando y
de esta manera van constituyendo un acervo o patrimonio moral de la profesión,
reflejando el progreso ético de la misma.
En este
sentido, los códigos tienen la virtualidad de ir construyendo una sensibilidad
hacia los valores éticos y profesionales, sobre los cuales ir formando la conciencia
moral personal. Sin esta educación de la conciencia moral carecen de sentido y
de eficacia los códigos y la ética profesional sería algo puramente teórico.
Aquí radica la gran importancia de los códigos y es que “recuerdan, orientan y
disponen”13 al
profesional a ir formándose esa verdadera personalidad ética, ese ethos
profesional con el que no nacemos y que hay que irse apropiando con el ejercicio
de actos y hábitos virtuosos.
c)
La existencia de códigos en una profesión ayuda a una persona a defenderse
mejor de las presiones externas, es decir, de
la presión de los intereses o bienes extrínsecos que ya hemos mencionado
(dinero, poder, prestigio, estatus) y a la profesión en sí a hacerse valer y
respetar frente a los condicionantes externos.
d)
Compromiso de una profesión de llevar a cabo su
misión de una forma moral y digna. La
Formulación
y adopción de códigos implica reconocer que una profesión debe mejorar y estar en
continua vigilancia sobre las prácticas éticas de sus actividades. Por ello, “comprometerse
a trabajar de acuerdo con un código de ética es la señal más evidente de la
reivindicación de un estatus social mejor por parte del profesional”
e)
Espíritu de servicio. Los códigos deontológicos no pueden
servir para reforzar un espíritu
gremial
entendido como defensa de unos privilegios de clase, o como incremento del
poder de las agrupaciones profesionales. La motivación de los códigos deontológicos
tiene que ser hacer mejores profesionales para servir mejor a la sociedad, es
decir, potenciar el espíritu de servicio.
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